viernes, 16 de septiembre de 2016

El rastro del aguililla calzada

Sabéis que me quejo a menudo de que no voy al monte desde hace tiempo. No obstante, cerca de casa se puede tener la ocasión de contemplar algún que otro episodio que se sale de la rutina y que vale tanto como una visita al medio natural.
Tras una mañana de transportar material de construcción, volvíamos a casa sobre las 13:00 horas. A nuestra derecha, en un campo que había tenido trigo y ahora estaba en barbecho, un aguililla calzada (Hieraaetus pennatus) acababa de capturar una paloma bravía o doméstica (Columba livia). Reducimos la velocidad. El águila (detesto ese nuevo nombre de aguililla), paró de comer. Nos miró y cuando superamos el lugar donde se encontraba volvió a alimentarse.
Llegué a casa, cogí la cámara fotográfica, los prismáticos y me fui a las proximidades del lugar donde se encontraba el águila sin que ella advirtiera mi presencia. El ave seguía comiendo a su ritmo. Paraba de comer de vez en cuando. Miraba a los lados, hacia el cielo... en el suelo es vulnerable y no puede abstraerse totalmente de lo que ocurre a su alrededor. Comer es una actividad de riesgo. Veía como sujetaba la comida con sus garras, y como tiraba con fuerza para despedazar la presa... el tiempo pasaba y parecía que no iba a acabar nunca. Tras desplumar a su presa, agitaba su cabeza para quitarse las plumas del pico. Cuando acababa con un pedazo, caminaba por los alrededores en busca de lo que quedaba. Incluso las patas, tan correosas que le costaba un gran esfuerzo tirar de ellas para despedazarlas. Finalmente no quedó nada salvo un hueso grande, el húmero y los intestinos rodeados por las plumas. Todo ello durante unos interminables 40 minutos cuyo desenlace el aspecto de un desplumadero de águila calzada. Tan sólo un manto de plumas, arrancadas una a una y una pequeña zona ensangrentada donde ha despedazado a su presa queda tras la comida del águila calzada.


Por fin, cuando ya dejó de comer salí y ella comenzó a volar. Se advertía el buche completamente lleno con la paloma. Lamentablemente mi cámara no me permitió sacar fotos decentes del águila pese a estar muy cerca, de modo que en el encabezamiento he puesto un dibujo a lápiz que hice hace un montón de años...




Aquí abajo pongo una foto del águila... como podéis comprobar sale muy pequeña. Pero no puedo ofrecer imágenes mejores.


jueves, 8 de septiembre de 2016

Están locos estos moluscos...

Creo que son conocidos por todos los caracoles.  Aquellos que no han podido verlos se podrán contar con los dedos de una mano, pues en cualquier salida al campo o al parque, si se levanta alguna piedra, plástico o madera, es fácil encontrar algún ejemplar. En algunos países incluso son consumidos como alimento, que yo sepa en España y Francia.
Los caracoles y las babosas o limacos, son seres de actividad nocturna o de días lluviosos, ya que si se arriesgan a salir en las horas centrales del día corren el riesgo de morir por desecación. Con el fin de evitar esto, cuando comienza a amanecer, se refugian en lugares húmedos y oscuros en los que poder estar a salvo. Si volteamos un tronco podremos observar varias especies de moluscos apelotonadas buscando el resguardo de la humedad. Pegan su concha a algún sitio duro y cierran la junta con mucus. En la foto, (Helix aspersa, 1; Otala punctata, 2; y Cochlicella barbara, 3 ). En tiempos muy secos incluso segregan un "tapón" completo que ocupa toda la abertura de la concha y que se solidifica impidiendo
la pérdida de humedad y que permite el paso del aire. Las babosas, que no poseen conchas, o mejor dicho, que la tienen bajo la piel han de permanecer en los huecos más húmedos. Duranye el invierno se refugian en profundos agujeros y sellan sus conchas por completo.




Y esto es lo que hacen gran cantidad de especies de moluscos, aunque algunos de ellos hagan justo lo contrario, como estos  Theba pisana. Lejos de esconderse y refugiarse, se suben a un lugar bien alto totalmente expuestos al viento y el sol. Les llamamos "caracoletas" en Zaragoza, y son tan abundantes que no reparamos en su comportamiento, totalmente contrario al de muchos otros caracoles. A pesar del calor tan intenso de este verano y de que no ha llovido ni una gota ahí han permanecido todo el tiempo. Han servico de estandartes en cada uno de los tutores que hemos puesto para que la fuerza del viento no maltratase en exceso los nuevos árboles y arbustos que hemos plantado.



Pero no sólo las caracoletas están locas, Recuerdo que un fin de semana de Diciembre de hace varios años, realicé una exposición de naturaleza en un pueblo del Pirineo Aragonés que se llama Piedrafita de Jaca. A la hora de la comida salí a dar una  vuelta porlos alrededores del pueblo contemplando la nevada cuando pude ver a otro caracol loco. En este caso es un caracol amarillo, (Cepaea nemoralis.) que daba un paseo por la nieve. El resto de los caracoles, dormían en profundos agujeros con sus puertas de mucus cerrando las conchas y esperando las lluvias y temperaturas de la primavera. Y este loco andaba por encima de la nieve... le hice una foto por que me pareció curioso, y hoy la comparto con vosotros.