martes, 30 de abril de 2013

El tejón sorprendido.


           
 El sábado pasado, cuando regresaba a casa por la noche, tuve la suerte de ver un tejón. Estaba en una acequia de barro, de las pocas que ya no están recubiertas de hormigón, y seguramente estaba comiendo cangrejos de río. Al ver las luces del coche, el animal salió de la acequia y se puso a correr delante del coche. En ese momento, yo no sabía lo que estaba viendo, debido a que es el primer tejón que veo a 300 metros escasos de mi casa. Fue Belén la primera que dijo: ¡un tejón!. Entonces el animal tomaba la última curva antes de llegar a casa, y es allí donde se vió claramente el típico antifaz que cubre su cara.
Al día siguiente, me fui al lugar donde habíamos visto al tejón con la idea de sacar unas fotos del lugar, de cómo había sacado a los cangrejos de sus guaridas y de cómo había dejado los restos. Había agua en la acequia y no pude hacer esas fotos, por lo que como premio de consolación pondré la foto de la huella de una mano.
             En ella se aprecian las almohadillas de sus cinco dedos y la marca de cuatro de sus largas uñas. Estas potentes garras le permiten cavar con gran facilidad. Esta capacidad de cavar, le permite alimentarse de larvas de avispa como podéis ver en la entrada "El azote de las avispas". En esta huella también se aprecia la marca de su “talón”, que corresponde a la almohadilla carpiana o de la muñeca. El pie del tejón deja una huella similar, sin marcar nunca talón porque no tiene, ni uñas tan largas, puesto que las uñas traseras son de una longitud más acorde con la del resto de animales.

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